jueves, 23 de abril de 2015

La torre de Gemenon

Partimos una mañana por una larga vía  de transporte que nos condujo al centro de la ciudad. Toda la población aledaña solía acudir al centro una vez a la semana para ser participe de una ceremonia que parecía una mezcla entre ciencia y religión, pues eran participes de un tipo de comunión que a mi juicio servía para prolongar sus vidas  mientras les alteraba el carácter pensante.
Todo el ceremonial ocurría dentro de una gran torre llamada Gemenon. las personas recibían una dosis del suero y la bebían y salían rápido del lugar; mientras las filas avanzaban la torre parecía emitir una onda que resonaba con las personas que habían bebido el potaje.
Por advertencia de mi compañero fingí beber el liquido guardando en mi boca a fin de escupirlo al salir del salón. Antes de escupirlo pude sentir un hormigueo desesperante en el paladar casi abrigándome a tragarlo.
- !Escupelo¡ -dijo Gamal.
- ¿Que ocurre realmente?
-No todo es tan hermoso como parece. Si lo tomas morirás. No es algo que nosotros podamos beber.
- ¿Entonces porque vinimos?
- Por esa razón -me dijo mientras señalaba con una mano a la distancia.

Desde la torre podíamos ver grandes maquinas que recorrían la ciudad y zonas mas alejadas cargando entre poderosa garras mecánicas a seres indefensos que no habían cumplido con el ritual o habían pasado demasiado tiempo sin asistir.
Algunas de esas maquinas eran como una mezcla biomecánica  que adoptaba la forma necesaria para atrapar a su presa.
- ¿Ese es nuestro destino?
- Por un tiempo no. Estar en la torre nos da libertad de escapar de los juicios de la orden.
- ¿Que clase de juicios son?
- Son en realidad una serie de juegos de la muerte. Si tienes curiosidad iremos a verlos pues son de acceso público.
- ¿Cómo es eso posible?
- Es una forma de control mi amigo. Mientras más temen al sistema este se mantendrá firme.
Marchamos cuando las puertas de la torre daba por terminada la sesión y abandonamos aquel lugar para dirigirnos al coliseo de los juicios.

domingo, 5 de abril de 2015

La bestia de Andromeda

Gamal me contó todo lo que podía acerca del lugar donde estábamos.
Comenzo por indicarme de la naturaleza benévola de sus gentes, con las cuales era mejor no intimar demasiado por miedo a levanta sospechas. Un dato curioso es que no existía una luna como en la tierra razón por la cual Gamal asumía que el comportamiento de las gentes del lugar era proclive a la paz. Ciertamente no podría asegurar tal cosa; pues el lugar no estaba excento de peligros.
debíamos cuidarnos en primer lugar de la orden Carmesí. Eran algo así como un grupo de fanáticos de la pureza de la nación a quienes se les encargaba de amonestar y disciplinar de cualquier modo posible cualquier agente externo que perturbara el orden establecido. Dicho de otro modo: nosotros.
Pero el peligro más amenazador lo representaba la bestia de Andrómeda. Era una criatura que rondaba ciertas horas de penumbra sin un horario fijo. Poseía un olor característico que irritaba los ojos cuanto mas cerca estaba. Este olor era su única advertencia  a los incautos que tenían la desdicha de toparse con tal engendro.
No pocas veces me vi rodeado de ese aroma que me aterraba mientras corría a buscar un lugar seguro. Por las mañanas solían encontrarse restos de cuerpos desmembrados  esparcidos por toda la zona. Nunca se ha logrado recobrar un solo cuerpo entero. Nadie sabe si esas muertes obedecen a  al apetito de la bestia o solo un ritual de muerte por  territorio. Lo que si es seguro es que quienes lo han visto aseguran no ser la misma persona desde entonces.
Piel escamosa, dos metros de alto, bipedo, protuberancias nasales alargadas, colmillos y garras y un apetito hematofogo insaciable.